Publicado 10-12-2018
Han pasado más de 2.500 años desde que Filípides llegara corriendo a
Atenas para anunciar la victoria de su ejército sobre los persas y, sin
saberlo, sembrara el germen de esta maravillosa locura que es correr
una distancia mítica. Cuenta la leyenda que tras anunciar la victoria,
cayó al suelo exhausto y murió por el esfuerzo. Era lógico, sin camiseta
técnica, pulsómetro ni zapatillas de pronador el desenlace fue
terrible. Después de muchos siglos y gracias a mi hermana Ángeles, no
podía imaginar que iba a formar parte de esta leyenda. Han quedado atrás
muchas horas de entreno y sacrificio, pero eso ha pasado ya y aquí
estoy, es el día de la carrera y todo está dispuesto para que nada salga
mal.
A las 5 AM toca desayuno, así que como los toreros cuando se visten de
luces, el ritual de vestirse comienza a poco de sobrepasar las 4 de la
madrugada.... lo cual me hizo pensar que el verdadero motivo de que
Filípides muriera era que a esas horas no encontró abierta ninguna venta
para tomarse un café cortao y media con manteca de lomo....
Muy pronto, antes de la salida, se siente que vas a hacer algo especial,
hay ambiente de día grande. Me gusta mirar las caras de los corredores,
los hay concentrados, los que sonríen y gastan bromas, los que miran
sin fijar la vista y los que como yo, acostumbrados a correr en
compañía, buscan alguna cara que les dé la confianza de que su tiempo y
el mío se van a parecer, porque mi amigo Juanlu, compañero de ruta, hoy
no me acompaña...
Llegamos a Maratón en el bus, el César Team al completo, un magnífico grupo lleno de gente buena.
Mi única ambición hoy es terminar la carrera, no sufrir demasiado,
encontrar un ritmo que me permita pasar los kilómetros con la mayor
comodidad posible. El perfil de la carrera asusta un poco, del km 11 al
30 picando hacia arriba, para romper piernas si no has sabido dosificar
fuerzas. De ahí que mi comienzo sea muy conservador. Voy con la compañía
de Juanra que me va a acompañar los primeros km hasta que su mejor
ritmo sea demasiado para mí. Es momento de controlar los pulsos que se
disparan y sentir el ánimo de un público que no te va a abandonar en
toda la carrera. Un pueblo cargado de historia, que en un día como hoy,
sale a la calle para reivindicar su pasado, para decirles a los que
manejan su lastrada economía que su historia es grande, y que por eso
cantan, bailan, animan y no paran de gritar BRAVO a nuestro paso, porque
hoy nosotros estamos volviendo a pisar una senda ya pisada, porque hoy
estamos honrando la memoria de sus héroes que hace siglos derramaron su
sangre para defender su tierra....porque hoy olvidan por un momento que
sus enemigos visten traje y corbata y acuden a su Rescate en la panza
del Caballo de Troya de la economía mundial. Un pueblo que con sus
camisetas negras no quiere olvidar los 99 muertos por causa de unos
fuegos que devastaron una región que hoy se vuelca con nosotros.
Así que también por ellos, toca apretar los dientes, mirar al frente y
disfrutar con esos primeros kilómetros y llegar bien al tiempo en el que
la carretera empieza a empinarse. A poco de comenzar un niño me ofrece
una rama de olivo que me va a acompañar toda la carrera. Hace calor y
tocará sufrir cuando el sol castigue de pleno. Las cuestas tras el
kilómetro 11 se suceden una tras otra y van dejando lastradas las
piernas de los corredores. Las bromas del comienzo de la carrera se han
acabado y sólo se oye el golpeo de las zapatillas contra el asfalto. La
carrera se hace dura, muy dura. A cada pueblo que se atraviesa los niños
se arremolinan al borde de la carretera para chocar sus pequeñas manos
con las nuestras. En ese punto ya he decidido que hoy se "guarda" el
reloj, que tocará sufrir pero que voy a disfrutar cada momento de la
carrera. Por fin se llega al 30, se acaban las cuestas, pero a mí no me
quedan piernas, así que hay que trabajar la mente y tirar de corazón.
Son los momentos donde uno se pregunta si merece la pena, si no se
estaría mejor de turismo por Atenas.....son esos malos pensamientos que
hay que desterrar. Los kilómetros siguen cayendo lentamente, como el día
de la marmota creo que pasé tres o cuatro veces por el 37...
Pero por fin, entro en Atenas.... y estalla la locura. Subidón a pesar
de los calambres que llegan a las piernas, y al final de una larga
avenida, la visión del Estadio Panathinaiko .... y todas las dudas que
surgen durante la carrera tienen respuesta en ese momento. Lloro de
emoción y miro al cielo. Doy las gracias a todos los Dioses del Olimpo
que me han guiado hasta Atenas, al mío Único y Verdadero, a mi hermana
Ángeles, "culpable" de que hoy esté aquí, a Pablo y Ángela que conocen
de mi locura, a los amigos que han soportado la paliza que les he dado
con esta carrera y que me han animado desde la distancia, a César por su
perfecta organización y a todo el César Team, con los que compartí la
noche del domingo uno de los Gin Tónic que mejor me han sabido en mi
vida....